Texto Bíblico: 1 Juan 2:16-17
Amigos lectores,
he escuchado últimamente que muchas personas después de haber pecado o, de
haber caminado por senderos que Dios les dijo que no pisaran, atribuyen a Dios
los resultados negativos dándole gracias porque, según dicen: “estamos en las
manos de Dios, y la voluntad de Dios fue que yo pasara por esto…”
Queridos amigos,
tengamos mucho cuidado con justificar lo malo que nos sucede (producto de
nuestro mal andar) como parte del plan perfecto de Dios para nuestras vidas.
Primero, que al ser la voluntad de Dios buena, agradable y
perfecta (Romanos 12:2) es imposible que esa voluntad vaya de la mano con el
pecado, ya que Dios aborrece al pecado, por lo tanto, Dios no desea que nadie
se hunda en el pecado.
Segundo, si decidimos caminar en la voluntad de Dios, la cosecha siempre será
buena, agradable, de modo que hasta los que no son de nuestra fe reconocerán el
obrar de Dios en nosotros.
Tercero, como producto de ese andar en la voluntad de Dios, nuestra relación
con Él será libre, en paz. Ya no estaremos escondidos porque el pecado que
cometimos creó una muralla que nos separó del trono de la Gracia.
Así, a
partir de estas tres aclaraciones, deseo que meditemos en lo siguiente:
¿Ustedes creen
que fue la voluntad de Dios? que:
1. Adán y Eva pecaran
2. Saúl se apartara
de Dios
3. David cometiera
adulterio y asesinato
4. Sansón se casara
con una mujer que no compartía su fe
5. Judas Iscariote
traicionara a Jesús
6. Pedro negara a
Jesús
7. Los discípulos de Jesús le abandonaran
8. Pablo fuera en un tiempo perseguidor de la iglesia
9. Ananías y Safira mintieran al Espíritu Santo
10. Actualmente haya creyentes que sucumban a las tentaciones y ofendan
a Dios con su actuar.
Así es, amigos, Dios sabe que al no ser
perfectos, en algún momento vamos a caer porque el “diablo anda como león
rugiente buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8), y muchos recibiremos
zarpazos y acaso mordidas que nos
dejarán cicatrices muy profundas, que son las secuelas del pecado de las que no
podemos escapar, como no se escaparon Adán y Eva, y tantos hombres y mujeres de
la Biblia que en su momentos sucumbieron a las tentaciones.
¿Está usted enfrentando la cosecha de su
pecado?, ¿es usted madre soltera?, ¿tiene hijos fuera de matrimonio?, ¿tiene
alguna enfermedad incurable producto de su vida desordenada?, ¿tiene secuelas
sicológicas por haber consumido drogas, alcohol, cigarrillos? etc. Pues, déjeme
decirle mi amigo lector, que esto no era el plan que Dios tenía para su vida.
¡Ah!, pero qué maravilloso es cuando la Gracia de nuestro Dios se manifiesta
extendiéndonos su mano, y, si nos acercamos arrepentidos de todo corazón, “Él
es fiel y justo para perdonarnos” (1 Juan 1:9) y puede cambiar el curso fatal
al que estábamos condenados para hacer de nosotros vasos útiles, de honra para
Dios y para la iglesia, ya que la voluntad de Dios es “nuestra santificación”
(1 Tesalonicenses 4:3) y “quiere que todos los hombres sean salvos” (1 Timoteo
2:4).
“Porque todo lo que hay en el mundo,
los
deseos de la carne, los deseos de los ojos,
y
la vanagloria de la vida,
no
proviene del Padre, sino del mundo.
Y
el mundo pasa, y sus deseos;
pero el que hace la voluntad de Dios
permanece para siempre.”
(1
Juan 2: 16-17)
¡Dios lo bendiga!